A veces los lugares de nuestras propias ciudades nos son
ajenos. Pasamos frente a ellos y somos inmunes a su presencia, permanecemos
impermeables, inmutables ante las historias y las personas que se esconden en
un rincón urbano…
E
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ntrar en la Iberoamericana, Almacén de Ramos Generales, es una experiencia curiosa. Es como atravesar una puerta e imaginarse como fueron las cosas hace unos cuantos años atrás.
Es el olor en el aire, es la altura del techo, la madera de
los cajones que esconden no se qué mercadería, la amabilidad de los empleados
vestidos con su guardapolvos de grafa azul, sí, como el de la ENET... ¿te acordás?
Es también ese teléfono negro que para quien lo ve todos los
días es un aparato más y para quien llega es una reliquia, y es también, ese farol
que cuelga solo sin tiempo, único sobreviviente de la época en que la luz
eléctrica era solo un sueño.
La iberoamericana es todo eso, pero es también Casilda.
Casilda Leonor Angulo es la dueña del local y nos recibe con una gran amabilidad, y entramos en una charla que continuó con risas y con recuerdos, como si nos conociéramos de otro momento.
Casilda Leonor Angulo es la dueña del local y nos recibe con una gran amabilidad, y entramos en una charla que continuó con risas y con recuerdos, como si nos conociéramos de otro momento.
“No me preguntes
cuantos años tengo, preguntame cuantos ya no tengo” nos dice, y así empieza a
contarnos su historia.
Pero el almacén de ramos generales tiene su propia historia, la que empezó a escribirse en el 14, cuando la guerra trajo a muchos a este país, entre ellos al padre de Casilda. ¿Cuándo se fundó? ¿Cómo fueron los primeros años? ¿Por qué aún hoy sigue vigente?
Me quedé pensando, fotografiando y filmando cada cosa que veía, como si no tuviera ganas de salir, como si me costara volver al ruido de la ciudad y los problemas actuales. Me fui mirando el piso y recordando la frase de Casilda: “las baldosas que estas pisando son las baldosas que están puestas desde 1921”.
Me quedé pensando, fotografiando y filmando cada cosa que veía, como si no tuviera ganas de salir, como si me costara volver al ruido de la ciudad y los problemas actuales. Me fui mirando el piso y recordando la frase de Casilda: “las baldosas que estas pisando son las baldosas que están puestas desde 1921”.
Cómo no pensar las ilusiones que habrá tenido el padre de
Casilda cuando pisó esas baldosas por primera vez, o la preocupación de esos
chacareros que llegaban a pedir "anotado" hasta que llegue la cosecha. Cómo no
pensar cuantos recuerdos pasarán por la cabeza de esta mujer cuando se queda
con su mirada perdida en el piso.
Antes de cruzar la calle giré una vez más y me quedé con esa
imagen “del adentro”, con esa puerta que es la entrada a un almacén que
trasciende la cronología propia del tiempo.
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